Viajar a Madeira es llenarse de los sentidos de ultramar. Respirar el ambiente tropical en el fondo de sus valles repletos de vegetación, impregnarse con olor a mar y al mismo tiempo asomarse a un mundo rural, sosegado y purificador que descubriremos caminando junto a las levadas, centenarias acequias que atraviesan la isla de Norte a Sur. Nos asomaremos a balcones increíbles donde el mar, dorado, brilla a nuestros pies, a acantilados donde se ha de contener la respiración, cerrar los ojos y sentir el viento; pondremos nuestras botas en la cumbre más alta de la isla, el Pico Ruivo, desde donde se divisa el Atlántico infinito y descubriremos una flora única entre bosques de laurisilva, fayal-brezal y cascadas que rompen en el valle el agua de las nubes de Madeira.

A eso le unimos el excelente pescado y las espetadas (plato nacional por excelencia), el buen vino de las tascas de los pueblecillos o las excelentes y viejísimas bodegas del vino mundialmente famoso “Madeira”, el ambiente colonial del viejo Funchal, el mercado central rebosante de verduras y frutas exóticas, los restaurantes y locales amenizados por los suaves fados, las ganas de la gente por hablar y escucharte. Esto y mucho más es Madeira, te esperamos.